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Cuento No 45El estado de la exploración
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Cuento No. 14: ¿Qué sentido tiene la vida? El propósito de encarnación


Cuando pasé por mi noche oscura del Alma, la pregunta que estaba más presente en mi vida era… ¿Qué sentido tiene la vida? ¿“Prepararse” para producir y luego consumir hasta caer enfermos y morir? A mis 36 años mirando hacia atrás pensaba y reflexionaba ¿es de eso lo que se trata vivir? Un frenesí absurdo en el que parezco corriéndole a la vida (Literal. Sentía la vida corriendo detrás de mí tratando de alcanzarme el ritmo) porque no hay tiempo para disfrutar nada, solo para hacer lo que “hay” que hacer, porque ¡Aja! eso es lo que se debe hacer.


Yo pensaba ¿De verdad, uno nace para esto? Y pues la verdad yo no le veía el sentido. Siempre me pareció algo muy automático, que todos hacíamos (bueno la mayoría) sin preguntarnos el por qué, el para qué y el hasta cuándo. De hecho, en muchas ocasiones pensé que parecemos robots, tan ensimismados en todo lo que hay que hacer, que pasamos por encima del otro y no nos damos cuenta. Y eso que en términos de producir y hacer creo que los robots son mucho más eficientes y menos complejos, por decirlo de alguna forma.


Pues bien, en esas andaba yo en ese entonces. Con una visión de la vida un tanto oscura y desesperanzadora. La gran fortuna que tuve es que mi Alma no me dejo quedarme ahí. Ella me sacó de la sombra y me llevó a activar mi espíritu investigador para dar respuesta a mis preguntas, encontrar un motivo verdaderamente movilizador y desear seguir viviendo con un sentido más profundo. Esas respuestas me llevaron a pensar y tener la certeza de que no soy un accidente de la vida, ni que mi valor se mide en términos de lo que produzca. Mi presencia en la tierra tiene un sentido y es importante, en este momento de la historia de la humanidad, como la de todos aquellos que hoy estamos aquí.


Ese sentido yo lo llamo “propósito de vida o propósito de encarnación”. Y ese es el tema de mi cuento de la semana. Como ya lo has podido notar (y no en vano soy coach espiritual), yo creo que en esencia somos Espíritu. Un Espíritu que decide encarnarse, es decir, vivir una experiencia, en este caso humana, por un deseo. El deseo primordial es volver al origen, por lo que siente que debe ejecutar el plan divino que no es otra cosa que:


Elevar nuestros instintos y manifestar nuestros dones.


Para ello el Espíritu, usa el Alma para que “tome” un cuerpo: físico, energético, mental y emocional y a través de él reciba información que le permita evolucionar. Mientras ese cuerpo: físico, energético, mental y emocional recibe del Alma la consciencia para SER y existir. Es un intercambio amoroso de dar y recibir.

Entonces, para que “se humaniza” el Alma. El Alma se “vuelve humano” porque necesita materializar el espíritu y espiritualizar la materia. Ahora bien, ¿Qué significa eso y de dónde sale?


Aquellos que crecimos en la religión católica y/o aquellos que han leído un poco sobre Kabalah y están familiarizados con el concepto del “pecado original”, podrán acercarse más a lo que hoy he construido como mi respuesta lógica a la siguiente pregunta: ¿Si el Alma/Espíritu estaba en la Luz/Fuente, es decir, era parte del Creador y todo lo tenía allí, para qué decide emprender este camino largo y algo complejo para regresar allí? ¿No es dar una vuelta innecesaria? Es decir, se dice que el Alma lo único que quiere es regresar “a casa” y por eso se encarna buscando materializar el espíritu y espiritualizar la materia en pro de iluminarse y llegar a ser parte del Creador. ¿Pero por qué, ella ya no estaba allá?


Y efectivamente así es. Como Alma fuimos “creados” por la Fuente y éramos uno con esa Fuente. La cuestión es que de tanto recibir de la Fuente, hubo un momento en el que nos cansamos y quisimos Dar y Recibir. No quedarnos ahí quietos, inmóviles, solo esperando a que nos dieran sin hacer nada por ello y con ello. Eso llevó a que nos “rebeláramos” y pidiéramos dejar de Recibir hasta no “merecer” lo que recibíamos, Dando de nosotros.

Ahora la forma de Dar, y cerrar el ciclo, para Recibir es encarnándonos en lugares donde estemos con otros y así entre todos simulamos esa transacción que nos permita sentirnos merecedores y volver a la Luz para recibir. Entonces ¿Qué podemos Dar? Lo único que verdaderamente tenemos, y eso es a nosotros mismos. La palabra más hermosa que he encontrado para significar ese Dar es: SERVIR.


Cuando sirves estas dando y al Dar tu Alma siente que tiene derecho a recibir. Para lograr ese Dar todos los seres humanos (en realidad las Almas) son “dotadas”, antes de nacer, con unos dones y unos talentos que le son únicos de tal forma que cuando encarne y comience su travesía en esta vida ella pueda sentirse “útil” y servir. La cuestión es que por varias circunstancias en el proceso de crecer olvidamos quienes somos en realidad e incluso para que somos buenos, y nos vamos adentrando en una espiral del miedo que nos hace, cada vez más, creer que no tenemos nada de “especial” y, por lo tanto, muy poco que ofrecer.


Estando en ese estado de “no soy nadie”, “solo debo subsistir”, vamos tomando decisiones y realizando acciones que nos alejan cada tanto de la Fuente y del propósito genuino de nuestra encarnación. Y en ese estado de alejamiento desarrollamos acciones que, por miedo, en lugar de conectar, alejan, destruyen y dañan. No vemos al otro como ese “instrumento” para compartirnos, lo vemos como rival y competidor por lo poco que hay para subsistir. Entonces, como cada acción tiene una reacción, es decir, todo lo que hagamos, lo que no hagamos, lo que digamos, lo que decidamos, siempre tendrá un efecto que nivele la balanza y la lleve a cero; porque la creación es neutral. So, la ley universal de causa y efecto nos hará regresar cuantas veces necesitemos para nivelar “nuestras cargas” y de esta forma espiritualizar la materia.

Entonces, el propósito de encarnación o propósito de vida del Alma de cada ser humano, es servir con sus dones y talentos y compensar todas aquellas cosas que haya causado estando en la espiral del miedo.


Para muchas personas el propósito de la vida es Vivirla y/o ser feliz. Y me parece una postura válida. Ahora bien, yo pregunto. ¿Qué significa VIVIR la vida? Y ¿Sabes que te hace verdaderamente feliz? Para mi vivir es muy diferente a subsistir (es decir, tener techo, comida, salud y vestido: motivos por los que trabajamos arduamente incluso sin querer lo que hacemos) y Felicidad, no se trata de alegría ni efusividad. Felicidad es un estado del ser que te permite permanecer tranquilo ante las turbulencias de la vida y esos efectos que vienen a nivelar tu balanza.


Pero por supuesto, esta es mi visión. Yo te invito a que construyas la tuya y veles para que cada minuto de tu existencia en esta vida sea VIVIDO, con mayúscula y te haga feliz. Por ahora quisiera retirarme dejándote estas preguntas detonadoras.

  1. ¿Si tuvieras tu vida financieramente hablando, resuelta, que harías?

  2. ¿Conocer tus talentos y dones? ¿Qué te hace único?

  3. ¿Trabajas para “vivir” o para servir?

  4. ¿Vives desde el miedo o desde el amor?

  5. ¿Comprendes que todos aquellos sucesos “desagradables” que “te suceden” están porque te corresponden para nivelar tu balanza?

La próxima semana ampliaré mucho más el tema de materializar el espíritu y en la siguiente de espiritualizar la materia. Así que por aquí nos vemos.


Pauli


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