CUENTO No. 37: LOS ESTADOS DEL SER Cap. 10 El estado de la ciclidad
- Paulina Villegas
- 11 jun 2023
- 5 Min. de lectura
Todo es temporal. Nada se aquieta.
Hemos llegado al estado de la cosecha. Un estado que nos muestra que la vida se mueve en ciclos, marcados por los 4 tiempos iod, hei, vav, hei... Vistos en un cuento anterior.

Todo aquello que sembramos será cosechado, positivo o negativo. E incluso si no hubo siembra podrá haber cosecha, de maleza por supuesto. Pero luego de la cosecha siempre tenemos la oportunidad de volver a sembrar.
Muchas veces leí y aprendí (intelectualmente) que la vida se mueve en ciclos y yo decía: ok. Luego comencé a ser consciente del tema y me pareció muy “injusto” y, hasta, aburrido. Todo el tiempo girando en círculos sin “ir a ningún lado”. Entonces comencé a comprometerme con comprenderlo y me di cuenta que si existe la ciclicidad, pero nos movemos en espiral. Es decir, siempre estamos “dando la vuelta” pero lo hacemos hacia adelante (hacia arriba) o hacia atrás (hacia abajo) dependiendo de nuestro estado de consciencia.
Transitar el estado de la ciclicidad en una encarnación implica aprender a conocer los ciclos de evolución y crecimiento, observando como todo se transforma y en esa transformación hay momentos de integración y otros de desintegración. Momentos de caos y momentos de orden. Es un sendero que nos invita a la fluidez y, en mayúsculas, a la ACEPTACIÓN. Aceptar que soy el cocreador de todo lo que hay en mi realidad, y que, así no me guste, eso es lo que hay, porque eso es lo que creé y como tal lo asumo sin culpar a nada ni a nadie.
Para darte un ejemplo y por supuesto hacerte striptease espiritual. Esta mañana me llama mi madre y me hace el reclamo de ser un tanto ingrata. Me decía que si ella y mi padre no me hacían falta porque no los visito con la frecuencia que ellos quisieran. Y pues la verdad es que no. No me hacen falta. Soy una mujer muy desprendida y desapegada y creo que responde perfectamente a la forma en la que fui “criada”, precisamente, por esos padres. Ahora, te confieso que una parte de mi (la social, la del debería) pensó como ay sí, que pesar. Pero luego dije… No, que pena. Yo soy así. Eso es lo que hay y hacerlo diferente por complacer y no porque me nace generará un malestar en mi y, por supuesto, con ellos lo que dañará la visita y, al final, la relación. Bueno o malo eso es lo que ellos sembraron con la manera en la que me formaron y ahora deben hacerse cargo de la cosecha. De mi parte… Reconocer que soy así, que no lo hago porque no me nace y amarme y respetarme por esto que soy. Sin culparme por no ser lo que se espera de mí.

Este sendero podría verse como aquel que nos recuerda la Ley del Karma o de causa y efecto. Nos habla de nuestro destino y nos invita a asumirlo como un regalo y no como una sentencia. Porque como bien lo expresa Gary Renard en su libro Tu realidad inmortal.
“Todas las cosas ocurren como han de ocurrir, en cualquier caso. Si algo no debe ocurrir, nunca podrás hacer que ocurra. Y si algo debe ocurrir, no hay nada en el mundo que puedas hacer para impedirlo” (Cabrera, 2021)
Me leo y me parece pintoresco verme, a mí, decir todo esto cuando hace algunos años detestaba hablar del destino y de que algo estaba escrito. Es que, de hecho, decir que somos cocreadores de nuestra realidad suena a veces contradictorio con hablar de destino y Plan del Alma. Pero ya ves. El cambio siempre está presente y ahora se que fuí “libre” para definir/cocrear lo que quería vivir en esta vida y aquello que definí es el destino que hoy tengo. Y, sin embargo, hay cosas dentro de ese plan que hoy puedo decidir cumplir o no cumplir y eso generará nuevas siembras para futuros efectos que si o si deberán ser “remediados” de tal forma que aparecerán como ese destino por cumplir.
Este es un sendero que en mi Plan del Alma no es fuerte, por lo que no es algo que deba trabajar en esta encarnación. Es algo que comprendo mientras transito la vida, pero no se me vuelve ni en un trabajo ni en un talento para compartir. Por su parte, aquellos que lo tienen fuerte y bien aspectado son personas que se saben responsables de su destino y por tal motivo saben tomar decisiones basados en lo esencial, en su ser interior. Pueden cortar patrones y hacer de su futuro algo nuevo y no una copia de su pasado. Reconociendo que hay un destino que elegimos y otro que se crea todos los días. Personas con una gran capacidad para honrar los propios ciclos y respetarlos.
De otro lado, este sendero en un Plan del Alma mal aspectado nos habla de personas llamadas a trabajar la fluidez, la tolerancia a los cambios, la iniciativa y la aceptación. Es un llamado a madurar e integrar las metas elevadas con las relaciones personales, es decir, lo afectivo transpersonal con lo afectivo personal. Lo que en palabras sencillas quiere decir aprender a diferenciar lo que yo quiero (ego) de lo que la vida quiere de mi (Alma) y seguir el camino del corazón. Es un sendero para llevar la consciencia a los niveles inferiores para comprender que vivimos en un universo en constante cambio, que exige permanecer en estado de alerta, proporcionando la alegría de los nuevos acontecimientos que vamos capturando, manteniéndonos unidos a nosotros mismos.
A nivel energético este mal aspecto se verá representado en movimientos desordenados, afán excesivo de novedades y soluciones milagrosas. Miedo al futuro, a desear, letargo. Incapacidad para rematar tareas iniciadas por nuevas ideas. Miedo a viajar. A nivel físico nos mostrará problemas de hígado, riñones. Vesícula biliar, zona lumbar. Caderas. Y a nivel emocional nos muestra la dificultad en percibir los ciclos de evolución y crecimiento, y reaccionar ante los cambios externos.
En la biblia hay una frase que dice: “Darle a todas las criaturas que existen todos los bienes, según la dignidad de cada uno”. Lo que se denota allí como dignidad podríamos decir que es referido al nivel de consciencia; y este nivel de consciencia se ve manifestado en nuestras acciones y los resultados de las mismas. Es decir, podemos recibir en tanto damos y debemos dar cuanto recibimos. Cada ciclo nos muestra el balance entre estos dos estados y nos da la oportunidad de resarcir cualquier desbalance en el próximo ciclo. Cada ciclo nos permite tener la oportunidad de aprender y disfrutar la regeneración constante de la vida. Saber que con cada giro del destino tenemos el chance de expandirnos y alinearnos, nos lleva a ver la belleza de todas las experiencias de esta encarnación y a querer vivirlas en grande.
El sendero o estado de la ciclicidad nos dice que todo lo que tenemos que hacer es alinearnos con nuestra naturaleza real, hacer el trabajo interno, confiar y esperar. Nos muestra que la vida no es lineal y por lo tanto sostener ciertas cosas de forma indefinida es imposible. Cada girar de un ciclo nos lleva a movernos y tener cambios. Pero esos cambios solo se darán cuando nos atrevamos a transformar nuestras creencias y patrones porque solo el cambio de estos nos podrá llevar de un plano a otro plano en la espiral. De lo contrario veremos pasar una y otra vez las mismas situaciones dolorosas y nos sentaremos a preguntar, pero ¿por qué esto se repite en mi vida?
Cuando nos permitimos ver y observar desde “fuera” lo que la situación repetitiva viene a enseñarnos y tenemos la valentía de aprender y modificar lo que haya que modificar en nosotros podremos ver como logramos cerrar ciclos de verdad y abrir nuevos con mayor amor y consciencia.
Ya para terminar me gustaría dejarlos con esta frase de Chris Anne, a manera de mantra para aquellos que sientan que aquí tienen trabajo por hacer:
Permito que las energías transformadoras del destino me ayuden a expandir mi experiencia
Pauli
Comments